Después de
divisar decenas de islas, grandes y pequeñas, desde la ventanilla
del avión, aterrizamos en una de ellas. Cos es una isla verde con un
aeropuerto pequeño. Un autobús lleno de extranjeros nos lleva al
puerto en algo más de media hora. Compramos los billetes para
nuestro penúltimo trayecto: cruzar el estrecho que separa la isla de
Bodrum, Turquía. Compramos algo para comer y salimos
precipitadamente para el puerto, con el tiempo justo. Aquí surge el
primer contratiempo del viaje: nos separamos en dos grupos y uno de
los grupos confunde la calle que va hacia el puerto. Cuando queremos
dar la vuelta, es tarde: el barco aún no ha salido pero no se nos
permite subir a bordo.
Obligados a
poner al mal tiempo buena cara, buscamos un hotel para pasar la noche
en la ciudad de Cos. Mañana llegaremos tarde al primer encuentro
con nuestros compañeros de proyecto, y también las familias
recibirán a los chicos un día más tarde. Estamos a sólo cuatro
kilómetros de Turquía, pero no hay manera de atravesarlos hasta
mañana.
No podemos
hacer ya otra cosa, así que nos disponemos a aprovechar la tarde en Cos. Alquilamos unas bicicletas y recorremos el paseo marítimo
mientras anochece, hasta una playa fuera de la ciudad. La cena es
ligera, ha sido un día muy largo y mañana queremos madrugar mucho
para salir otra vez con la bici, por el norte de la isla. Ya que
estamos aquí, veamos algo más del Dodecaneso, de la isla donde hace
veinticinco siglos nació Hipócrates.
Blas Villalta.
Blas Villalta.
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