Al final,
dejamos Cos con lástima. El mal trago de perder el barco ayer nos ha
reportado veinticuatro agradables horas en esta bella isla griega,
pequeña y verde. A las ocho de la mañana para nosotros es, por el
cambio horario, un poco más temprano. Pero nos levantamos y bajamos
derechos a coger las bicis de paseo que nos esperan en la puerta de
la calle. Superadas ayer tarde las dificultades de Carmen con la
bicicleta, los problemas de equilibrio de Diego, el grupo puede rodar
bien. David está cómodo desde el principio, y los profesores no
tenemos demasiadas dificultades para dirigir tan exiguo pelotón.
El paseo
marítimo de Cos tiene un carril bici muy bien acondicionado y
señalizado. Esta vez avanzamos hacia el lado izquierdo, paralelos al
puerto, a las decenas de pequeñas embarcaciones atracadas. Rodamos a
buena marcha incluso después, por el carril bici que va entre la
carretera y la playa. Paramos a echar algunas fotos, la playa es
estrecha, está llena de algas y posidonia secas, y el mar tiene un
color azul intenso. Se hace raro no ver el mar como una gran
extensión; vemos tierra por todos lados: hacia la derecha, la costa
turca, y de frente, superpuestas, las islas de Pserimos y Kalimnos y
otras cuantas más pequeñas aquí y allá.
Los chicos
aguantan el paso y llegamos a Tigaki sobre las diez, justo para tomar
el desayuno. Los chicos piden en inglés al camarero, aunque en la
barra hablamos con otro hombre, viejo y delgado, con barba descuidada
y acento mexicano: Nondas, Tony, ha vivido desde los 17 años en los
Estados Unidos, y vuelve por temporadas para atender sus negocios
que, como la familia, los tiene acá y allá. Tigaki no tiene nada:
un complejo de vacaciones con playa, vacío en esta fecha. Avanzamos
un poco con las bicicletas hasta una salina donde se atisban
flamencos a lo lejos, y damos la vuelta hacia Cos.
El camino
de vuelta se les hace más duro a algunos, pero llegamos sin
problemas. Aún tenemos tiempo para una ducha y para ver la ciudad
histórica: una mezquita otomana frente al plátano que plantó
Hipócrates hace 2500 años, y desde el que daba sus lecciones; el
asklepleion y la antigua ágora, que no son más que un montón de
columnas y capiteles desperdigados sin ningún cuidado entre la
maleza; y el castillo frente al mar, que encontramos cerrado por ser
lunes.
Después de
la visita cultural, nos sentamos en la terraza del restaurante
Sócrates y comemos una deliciosa musaca. Nos invitan a café griego,
y ouzo para los adultos. Cargamos las maletas y, hoy sí, llegamos al
puerto con mucho adelanto. Casualmente, el barco hoy sale con algo de
retraso. Poco a poco vamos dejando atrás Cos, y vemos otras islas
griegas mientras nos acercamos a la costa turca. En una hora llegamos
al puerto de Bodrum. Desembarcamos en Turquía y no tenemos tiempo
para ver nada de la ciudad: es llegar y besar el santo, el autobús
parte hacia Yatağan. Recorremos un paisaje boscoso, mientras el
ayudante del conductor nos reparte colonia, agua y cafés, y en una
hora llegamos a la ciudad. Por fin, el encuentro con las familias:
David se queda en Yatağan, pero el viaje de Diego y Carmen aún debe
continuar hasta Muğla, pues allí viven los compañeros que los
acogen. Mañana nos incorporamos al programa previsto: nos espera la
visita a Éfeso.
Blas Villalta.
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