Wednesday, 24 April 2013

Quinto día: Muğla

Hoy conocemos el instituto. El Anadolu Lisesi está en Yatağan, en lo alto de una colina. Tiene detrás una cantera de mármol y una majada de cabras, y a sus pies algunas calles con mucha pendiente, casas viejas, un burro, montones de restos de mármol tirados en los cercados. Frente al instituto, hacia donde miran todas las ventanas, el gran valle de Muğla, con las montañas verdes al fondo. El instituto tiene una apariencia buena, tiene un enorme patio delantero y una pequeña pista deportiva donde algunos alumnos con camisa y corbata juegan al fútbol. No es un centro muy grande, no hay mucho revuelo por la presencia de los extranjeros.


Nos reunimos en el salón de actos, muy luminoso y espacioso. El lunes por la mañana, cuando nosotros aún no habíamos llegado a Turquía, hicieron las presentaciones casi todos los equipos. Hoy las hacen los alemanes, los italianos, y también nosotros. Diego, Carmen y David muestran la presentación que el equipo ha preparado sobre la vinculación del vino con la religión. Es una buena explicación de cómo el vino ha servido de símbolo religioso desde Dionisos a Cristo, y también un repaso por algunas obras de arte del Renacimiento y el Barroco, como La última cena, de Da Vinci, o El triunfo de Baco, de Velázquez. Especialmente brillante en la exposición está Diego, que se sale varias veces del texto para abundar en la explicación sobre las imágenes que muestran. Todo esto en inglés exquisito y desahogado, bastante comprensible y efectivo.

Después de las presentaciones, el trabajo manual: los alumnos se organizan en grupos para decorar un árbol de botellas, utilizando cartulinas y dibujos, mientras los profesores nos reunimos para aclarar puntos sobre las siguientes tareas y viajes. Después trabajan en la decoración de botellas de vino. A falta de botellas de cristal, nos las ingeniamos para que las de plástico lo parezcan, y el resultado no está mal. Incluso Alejandro se anima a pintar un dibujo bastante logrado de un racimo de uvas y unas botellas de vino en un barquito de madera que habían construido en el centro.


Acabada esta tarea, empieza la excursión: desde Yatağan nos lleva el autobús a un pequeño pueblo cercano, donde visitamos dos pequeñas mezquitas y un plátano de ochocientos años. Los dos profesores españoles, para mejor cumplir con lo que hacemos, incluso hacemos las abluciones preceptivas: antes de pasar descalzos al templo, nos lavamos pies, manos y cara en la fuente de fuera. Por lo demás, el pueblecito tiene poco: algún tractor pequeño que pasa, un montón de hombres con bigotes en la terraza de alguna cafetería para hombres.


La siguiente etapa es Muğla, que sólo Carmen y Diego conocían, pues están hospedados allí. Es una ciudad grande, con un centro vibrante de comercios, bares, restaurantes, tiendas de todos tipos y colores. Comemos una especie de pizza turca y lo que bebemos es ayram, que no es otra cosa que yogur mezclado con agua y sal. Dividimos el grupo en dos: los alumnos organizan su excursión, y los profesores la nuestra. Visitamos un telar, una museo que es una casa tradicional turca, y el centro histórico. A media tarde, paramos en un antiguo bazar reconvertido en una gran tetería para tomar un té tradicional, mientras escuchamos a un hombre interpretar canciones que por momentos parecen flamencas con una especie de laúd.
Anochece, y volvemos al hotel. Mañana nos espera otra dura jornada. Visitaremos Pamukkale, una curiosa formación natural aún más en el interior de Turquía.

Blas Villalta. 

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