Hoy
conocemos el instituto. El Anadolu Lisesi está en Yatağan, en lo
alto de una colina. Tiene detrás una cantera de mármol y una majada
de cabras, y a sus pies algunas calles con mucha pendiente, casas
viejas, un burro, montones de restos de mármol tirados en los
cercados. Frente al instituto, hacia donde miran todas las ventanas,
el gran valle de Muğla, con las montañas verdes al fondo. El
instituto tiene una apariencia buena, tiene un enorme patio delantero
y una pequeña pista deportiva donde algunos alumnos con camisa y
corbata juegan al fútbol. No es un centro muy grande, no hay mucho
revuelo por la presencia de los extranjeros.
Nos reunimos
en el salón de actos, muy luminoso y espacioso. El lunes por la
mañana, cuando nosotros aún no habíamos llegado a Turquía,
hicieron las presentaciones casi todos los equipos. Hoy las hacen los
alemanes, los italianos, y también nosotros. Diego, Carmen y David
muestran la presentación que el equipo ha preparado sobre la
vinculación del vino con la religión. Es una buena explicación de
cómo el vino ha servido de símbolo religioso desde Dionisos a
Cristo, y también un repaso por algunas obras de arte del
Renacimiento y el Barroco, como La última cena, de Da Vinci, o El
triunfo de Baco, de Velázquez. Especialmente brillante en la
exposición está Diego, que se sale varias veces del texto para
abundar en la explicación sobre las imágenes que muestran. Todo
esto en inglés exquisito y desahogado, bastante comprensible y
efectivo.
Después de
las presentaciones, el trabajo manual: los alumnos se organizan en
grupos para decorar un árbol de botellas, utilizando cartulinas y
dibujos, mientras los profesores nos reunimos para aclarar puntos
sobre las siguientes tareas y viajes. Después trabajan en la
decoración de botellas de vino. A falta de botellas de cristal, nos
las ingeniamos para que las de plástico lo parezcan, y el resultado
no está mal. Incluso Alejandro se anima a pintar un dibujo bastante
logrado de un racimo de uvas y unas botellas de vino en un barquito
de madera que habían construido en el centro.
Acabada esta
tarea, empieza la excursión: desde Yatağan nos lleva el autobús a
un pequeño pueblo cercano, donde visitamos dos pequeñas mezquitas y un plátano de ochocientos años.
Los dos profesores españoles, para mejor cumplir con lo que hacemos,
incluso hacemos las abluciones preceptivas: antes de pasar descalzos
al templo, nos lavamos pies, manos y cara en la fuente de fuera. Por
lo demás, el pueblecito tiene poco: algún tractor pequeño que
pasa, un montón de hombres con bigotes en la terraza de alguna
cafetería para hombres.
La siguiente
etapa es Muğla, que sólo Carmen y Diego conocían, pues están
hospedados allí. Es una ciudad grande, con un centro vibrante de
comercios, bares, restaurantes, tiendas de todos tipos y colores.
Comemos una especie de pizza turca y lo que bebemos es ayram, que no
es otra cosa que yogur mezclado con agua y sal. Dividimos el grupo en
dos: los alumnos organizan su excursión, y los profesores la
nuestra. Visitamos un telar, una museo que es una casa tradicional
turca, y el centro histórico. A media tarde, paramos en un antiguo
bazar reconvertido en una gran tetería para tomar un té
tradicional, mientras escuchamos a un hombre interpretar canciones
que por momentos parecen flamencas con una especie de laúd.
Anochece, y
volvemos al hotel. Mañana nos espera otra dura jornada. Visitaremos
Pamukkale, una curiosa formación natural aún más en el interior de
Turquía.
Blas Villalta.
Blas Villalta.
No comments:
Post a Comment