Llegamos a Bodrum el
lunes a las 18:30, después de, esta vez, haber cogido a tiempo el
barco (aunque nos molestó que se retrasara sobre media hora porque
esperaban a un chico que llegaba tarde, y en cambio a nosotros, que
éramos cinco, no nos esperaron ni cinco minutos el domingo). Allí
en Bodrum nos dirigimos rápidamente a la estación de autobuses, sin
despistarnos, para estar a tiempo en el autobús que se dirigía a
Yatağan. No nos dio tiempo a ojear las tiendas de allí, y a
regatear con los turcos, pero mereció la pena, porque llegamos a
Yatağan a las 19:45, con tiempo suficiente como para cenar y después
dar una vuelta por ahí.
El primer sitio
donde nos llevaron fue una especie de "bar de cachimba",
nos dieron a probar de chocolate y capuchino, y hay que decir, que
aunque ese día tenía una poca tos y no fumé mucho, el humo estaba
buenísimo. Después nos llevaron a un sitio más "normal",
era una terraza al estilo de La Góndola, y allí estuvimos bebiendo
agua mineral con burbujas y sabor a regaliz de sandía: estaba
realmente buena. Al terminar, eran sobre las 23:30 y nos llevaban ya
a casa, fue ahí cuando me di cuenta de que los lituanos, en
comparación con los que vinieron a España, estaban completamente
locos.
Al día siguiente
nos levantamos sobre las 6:30, para darnos una ducha, por cierto, en
un baño muy raro, era simplemente un grifo, sin plato de ducha ni
bañera ni nada, Así que tu llegabas, te ibas echando agua, y esa
agua corría hasta el desagüe del baño. Luego un padre nos llevó
de Muğla al instituto de Yatağan, y la cosa es que íbamos 7
personas, en un coche para 5, sin embargo la policía no nos dijo
nada.
Allí en Yatağan
estuvimos esperando como una hora en el autobús, para partir a
Éfeso; mientras esperábamos, íbamos haciendo nuestras apuestas
sobre cuánto se retrasarían Blas y Alejandro; al final resultó que
el autobús los iba a recoger a ellos porque su hotel estaba a unos
dos km de la ciudad. Cuando llegamos a Éfeso, nos dieron un quiz,
para resolver en grupo, (a mí me tocó con un italiano, una griega,
una polaca y un alemán) mientras visitábamos Éfeso. Cuando nos
cansamos de quiz, cada uno se fue por su lado y estuvimos viendo las
ruinas griegas, para hacerse una idea de cómo es hay que decir que
es como Mérida, pero a lo bestia.
Después fuimos a la
iglesia de la Virgen María, donde te sablaban 8€ por un simple
rosario. Aparte de eso la iglesia estaba bien conservada, de hecho
fue descubierta hace tan sólo tres siglos, y al estar enterrada tuvo
que ser restaurada. Comimos en un pueblo de por allí, donde probé
el “manti”, una especie de raviolis con salsa de yogur y otras
especias. Después de esa buena y barata comida (como unos 6€),
fuimos a ver una bodega (fue, claramente, lo peor del día. Si ya
estábamos cansados, recién comidos y con pocas ganas de ver la
bodega, el guía tenía acento alemán muy marcado, por lo que
costaba entenderlo ya) y no hicimos mucho caso.
Por la noche,
cenamos todos juntos una barbacoa, el problema es que aquí no se
puede comer cerdo, entonces sólo fueron alitas de pollo y albóndigas
picantes asadas.
A la mañana
siguiente estuvimos presentando nuestro proyecto (sí, sí, en el que
todos los alumnos Comenius trabajaron), y aunque estábamos un poco
nerviosos por no haberlo preparado muy bien, al final resultó ser
una buena presentación y a la gente le gustó. También corregimos
las respuestas del quiz, y representamos (los mismos grupos) una
leyenda griega que decía <<existió una vez, hace mucho
tiempo, un rey que se casó con una joven dama. Ellos eran felices,
pero cuando el príncipe vio a la reina, se enamoró perdidamente, y
al no poder estar con ella enfermó. Los doctores decían que él
estaba enfermo porque tenía el corazón partido, entonces el padre
decidió darle la mano de su mujer a su hijo, y este rápidamente
mejoró...>>
To be continued...
Diego Martín-Albo Vilches.
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