22 de Abril, Kos, Hellas
Estoy en la cama tan a gustico y
empiezo a oír a los muchachos en la habitación de al lado... ¿Las
seis? Bueno, aún falta un poco. Al cabo de un rato alguien necesita
una tirita, en unos momentos están llamando a la habitación -¿Pero
cómo madrugáis tanto? -¿Madrugar? Si ya es la hora.
-Ah, vale, no cambié la hora en el
tablet, así que nos despertamos (despiertan) justo a la hora que
habíamos quedado. Asearse, dejar las maletas listas, buscar las
llaves de la bici y bajar es todo uno y como ya sabíamos qué
dirección tomaríamos esta mañana estamos en seguida en marcha. Los
pescadores ofrecen sus capturas en pequeños puestos donde ya hablan
de la jornada con otros compañeros, algunos extranjeros adujan los
cabos y preparan su barco para la maniobra pues parten a otro lugar,
la ciudad ya está despierta y numerosos turistas pasean ya andando,
ya en bicicleta.
Camino llano y carril bici bien señalizado, en unos
diez minutos salimos de la ciudad, que bien pudiera recordar a algún
pueblo turístico de nuestro país. El mar frente a nosotros, hace
que nos detengamos y hagamos algunas fotos, el viento sopla del norte
pero no molesta, se suma al suave siseo de las pequeñas olas que
rompen en la orilla. A la derecha una torre de socorrista, a la
izquierda dos búnqueres de hormigón, pensados para la defensa
militar en la segunda guerra mundial pero que han sucumbido al embate
de las olas y ahora se inclinan hacia el mar como pidiendo disculpas
por romper la línea de arena que remueve el agua.
Seguimos el camino a lo largo de la
costa, a menudo una línea de tarays nos protege del viento, pero las
más de las veces sentimos el viento directamente.
Más adelante el camino gira hacia el
interior para girar de nuevo, y aunque seguimos la dirección de la
costa tenemos tierra a ambos lados, atravesamos numerosos campos de
cultivo, cabras y vacas, incluso nos llaman la atención algunos
burros tan cerca del mar.
Ya vemos Tigaki, en 4 kilómetros
podremos desayunar.
Tigaki no es grande, apenas una calle y
no demasiada gente, eso sí, los pocos que encontramos están
preparnado todo para cuando llegue el verano.
El primer bar que vemos es donde
desayunamos, casualmente es el único que vemos abierto, así que una
vez aparcadas las bicis, entramos.
Unos zumos de naranja y cafés con
leche son en principio nuestro magro desayuno, menos mal que casi al
instante corregimos y completamos con unos sándwiches y pan de pita
con gyros y salsa tzatziki.
El dueño del bar es un señor que
había sentado a la puerta, fumando un cigarro, tras haber pedido el
desayuno hablamos con él y descubrimos con sorpresa que habla
español, pues con 17 años viajó a Méjico donde estuvo trabajando
como cocinero, allí tiene casa, un restaurante y su familia, en Kos
otro par de restaurantes y a sus hermanos, tras una muy agradable
conversación andamos un poco por el pueblo, poco que ver así que
volvemos, recordando que, según nos dijeron había una salina en la
que se podían ver flamencos, a la que nos dirigimos tras preguntar
en el mismo bar donde desayunamos hace un rato.
A lo lejos en la salina podemos ver los
flamencos que están bastante lejos, cerca del mar una excavadora
está trabajando en el drenado del canal que permite que el agua
marina entre en la laguna para extraer la sal.
Foto y damos la
vuelta.
Durante el regreso el viento sigue
soplando pero ahora nos da por el otro lado, de costado, ha habido
suerte de tenerlo perpendicularmente, si no el regreso podría haber
sido bastante costoso.
Llegamos de nuevo a Kos después de
casi cuatro horas.
Devolvemos las bicicletas y nos
duchamos para ir a visitar la ciudad de Kos, tenemos tiempo pero no
podemos dormirnos si no queremos perder el barco de nuevo. El paseo
es muy agradable y está todo cerca, nos dirigimos a ver el plátano
bajo el cual, según la tradición, Hipócrates impartía sus clases
de medicina,
muy cerca podemos ver los restos de la antigua ágora
griega,
un moderno edificio de gobierno se suma al conjunto además
de la mezquita otomana con su fuente. Algo más allá se encuentra
una fortaleza medieval pero hoy lunes se encuentra cerrada y no
podemos visitar su interior. Dos cañones en la puerta despiertan la
curiosidad de David que al punto es satisfecha por Alejandro.
Comemos en un restaurante llamado Sócrates, donde degustamos la afamada Mousaka, un plato realmente sabroso, tras sufrir el ataque de un niño que nos lanza insistentemente bolitas de papel ante la inútil reprimenda de su guapa y tatuada mamá, la casa nos obsequia con unos cafés, los pedimos expreso pues no queremos arriesgar y un par de Ouzos, similar al ya conocido por nosotros Raki turco y muy parecido al anís nuestro, finalmente, en un último arrebato como para no dejar pasar una oportunidad única, Blas se atreve a pedir un café griego... Bueno, sabíamos a qué nos arriesgábamo; nos es servido sin cuchara, para evitar la remoción o agitado de los posos que, a modo de sedimento van cayendo al fondo de la taza.
Volvemos al hotel, cogemos el equipaje y vamos hacia el embarcadero, si hemos de descansar que sea allí, cerquita del barco para evitar sustos.
Subimos al barco sin novedad y dejamos Grecia para cruzar el mar hacia Turquía
y llegar por fin a nuestro destino.
Una vez en el puerto pagamos el visado para entrar al país y preguntamos por la estación de autobuses, a la que nos dirigimos para informarnos, andamos unos 300 metros y llegamos, volvemos a preguntar por autobuses para Yatagán y nos indican, el autobús está con el motor en marcha, sale enseguida, cogen nuestro equipaje y nos ruegan encarecidamente que subamos al autobús sin importar que no tengamos ticket ni hayamos pagado nada, "No problem" dicen unos y otros. ¡Hala! arriba, viajamos nosotros cinco y otros tres pasajeros, y enseguida nos ponemos a hablar, el pasaje es parecido al de la costa levantina, en cuanto a vegetación y relieve. Enseguida nos damos cuenta de que no son tres pasajeros, son dos, el tercero es un auxiliar de viaje y nos ofrece colonia para lavarnos las manos, luego agua para beber, incluso un café. Nos detenemos en alguna ocasión y sube algún pasajero más, en una hora llegamos a Yatagán donde vemos a Ozgur esperándonos con sus alumnos. Hemos llegado.
Cuando regresamos de pagar los billetes los alumnos ya se han ido y Ozgur nos conduce al Hotel. Allí cogemos la habitación y al rato salimos con los demás compañeros con los cuales charlamos un rato sobre los avatares acaecidos para llegar hasta Turquía, el programa y la hora a la que nos reuniremos mañana, bastante temprano para ir de excursión a Éfeso.
Pero eso, lo contaremos cuando lo hayamos visto, amigos. Hasta entonces.
Alejandro Mediano.
Alejandro Mediano.
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