Tuesday, 23 April 2013

Cuarto día: Éfeso

La primera mañana en Turquía resulta agotadora. El autobús recoge en Muğla a Carmen, Diego y algunos alumnos, en Yatağan a David y al resto, y llega tarde al hotel para recoger a los profesores. Más de una hora de viaje en carretera, viendo a los lados bosques de pinos y extrañas formaciones calizas, canteras de mármol, un pantano, y finalmente llegamos a Selçuk.
 

Desde esta ciudad, Éfeso está a un paso. Pueden visitarse las avenidas principales de la antigua ciudad griega y romana y los grandiosos monumentos que quedan en pie o han sido reconstruidos. Las avenidas son largas, de grandes piedras de mármol blanco, y por doquier hay tirados restos de edificios, en mármol y ladrillo, algunas columnas en pie, arcos que ya no abren la puerta a ningún sitio. Una de las avenidas nos lleva al antiguo teatro, en el que se dice que llegaban a caber 26.000 espectadores. Echamos fotos, hablamos desde la escena para comprobar la acústica, tardamos un rato en subir hasta arriba y recorrerlo.

 

Avanzando por otra avenida llegamos a la Biblioteca de Celso, cuyo pórtico columnado se conserva en bastante buenas condiciones. Su interior es una sala coqueta, al aire libre y sin libros, donde nos sentamos buscando la sombra a imaginarnos lo que que fue. La siguiente avenida sube la pendiente de la montaña. Más y más restos de monumentos, la portada del templo de Adriano, ruinas de casas y restos de la gran columnata que subía calle arriba. En lo alto, más ruinas, el ágora y el parlamento, adonde se asoman algunas cabras que bajan del monte.


Han sido dos horas de paseo por las ruinas de Éfeso, hace mucho calor y estamos agotados. Pero aún el autobús sube más arriba para una pequeña visita: en una colina más alta, visitamos una ermita diminuta que, según la tradición, es la última casa donde habitó la Virgen María. Es un lugar recogido, rodeado de bosque y fuentes, donde se supone que María llegó con san Juan para refugiarse de la persecución de cristianos desatada tras la muerte de Jesús.

 

Comemos en un pequeño pueblo muy animado llamado Sirinçe, y visitamos después una pequeña bodega donde hacen vinos de todos los colores y sabores. No nos vamos sin probar sus refrescos de baja graduación, y el camino de vuelta en el autobús es más corto porque casi todo el mundo se duerme un rato. Atardece a poco de llegar a Yatağan. Cada cual se va para su aposento. Trataremos de descansar, pues mañana nos levantaremos también temprano, para ir al instituto, entre otras cosas para que los alumnos expongan nuestra presentación.

Blas Villalta.

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