Saturday, 27 April 2013

7º día: Dalyan, Bodrum

El viernes es el último día de actividades. Los chicos salen de sus casas por última vez. Carmen y Diego vienen desde Muğla, David desde Yatağan, y en el hotel dejamos las maletas de todos, para recogerlas por la noche cuando nos vayamos definitivamente. El viaje en autobús de hoy es más corto que el de ayer: en una hora, con parada incluida en un mirador con vistas al mar y a un gran valle, llegamos a Akyaka. Es una localidad turística, con una pequeña playa, muchos complejos hoteleros y restaurantes, y una albufera entre cuyos juncos pasean los gansos. A la sombra del tenderete de un restaurante junto al mar, acabamos las actividades de evaluación, alumnos y profesores, rellenando cuestionarios sobre lo que todos hemos aprendido en la semana que ahora acaba.


Paseamos por el pueblo, por el puerto para pequeñas embarcaciones, tomamos un helado, y volvemos al autobús para avanzar hasta Dalyan. Dalyan está casi en el mar: es otra ciudad turística en la desembocadura del río Dalyan Çayı, que fluye desde un lago enorme hasta el Mediterráneo. Hay un largo embarcadero a lo largo del río, una mezquita, montañas verdes en los meandros, muchos restaurantes. Comemos algo ligero y damos una vuelta junto al río. En la otra orilla encontramos algo curioso: dos templos excavados en la pared de la montaña, del siglo IV a.C.


No tenemos tiempo para más, volvemos hacia Muğla. Por el camino vemos campos de naranjos y granados, y obras en nueva autovía. En Muğla dejamos tiempo libre hasta la hora de la fiesta de despedida. Los chicos salen a disfrutar de sus últimas horas juntos. Los profesores españoles encontramos por casualidad un hamam tradicional y, para descargar las tensiones de toda la semana, pasamos la siguiente hora y media entre sauna y masaje, agua caliente y agua fría, y salimos como nuevos. La fiesta empieza a las siete de la tarde, en un pabellón municipal de Muğla. Música, dulces y pasteles, últimas conversaciones. Nos entregan un obsequio y un certificado individual a profesores y alumnos, escuchamos al director del centro turco despidiéndose, volvemos al baile. Los alumnos se firman dedicatorias en sus certificados, bailan y ríen, y cuando el autobús llega a la puerta empiezan también a llorar. Algunas familias están presentes: fotos, abrazos, llantos. Una semana cargada de experiencias compartidas entre adolescentes siempre acaba así, todas las emociones afloran en la despedida. Hoy en día es fácil seguir comunicándose a través de tantos medios como existen, pero eso no alivia del todo el dolor de despedirse de quienes ya hacen una parte importante de sus vidas.


El autobús nos lleva a españoles, portugueses y griegos a Bodrum. Salimos a dar una vuelta por el puerto, es una ciudad muy joven y animada, desde muchos locales se se escucha música en directo. Desde aquí los portugueses volarán mañana a Londres, y los demás cogeremos un ferry a Cos. El vuelo de los griegos será a Atenas, el nuestro a Bérgamo. Será un día muy largo, pues en menos de veinticuatro horas estaremos en dos continentes y cuatro países, y La Solana se ve tan lejos desde aquí...

Blas Villalta.

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