Friday, 14 December 2012

Séptimo día

El viernes fue el último día de actividades en nuestra visita a Sicilia. Ya repuestos del agotador viaje del día anterior a las islas Eolias, nos levantamos a hora razonable, desayunamos y fuimos tranquilamente al instituto. Los chicos estaban trabajando en grupos mixtos en sus exposiciones sobre la semana que han compartido en Milazzo. Dedicamos varias horas a la reunión de profesores para aclarar los siguientes pasos del proyecto, concretar fechas de próximas reuniones y presentar resultados hasta la fecha. Tras un breve acto de despedida en el que intervino la directora del centro, pasamos a ver las exposiciones de los chicos, que nos ofrecieron su particular visión sobre la convivencia entre jóvenes de diversos países y culturas a lo largo de esta semana.



Una vez acabadas las actividades en el centro, las chicas marcharon a comer a sus casas y nosotros optamos por llenar las horas centrales del día con un plan original: alquilamos unas bicicletas, con las que recorrimos la distancia entre el hotel y el final de la península de Milazzo. Saliendo de la ciudad por la costa este pedaleamos por empinadas cuestas, haciendo paradas de vez en cuando para contemplar los acantilados y pequeñas calas. Un duro pero agradable recorrido entre olivos, higueras, chumberas y algunos chalés con vistas al Mediterráneo. Una zona que da a dos mares y que está poco explotada para el turismo. Subiendo más arriba, hasta llegar al faro, tomamos un estrecho camino de cactus hasta un prado en lo alto de la colina. Allí arriba, más olivos y una vista espléndida de acantilados y playas. Milazzo a la izquierda y también el interior de Sicilia, con la multitud de montañas entre las que destaca, más alta y nevada, la cumbre del Etna. A la derecha, en forma de Y griega sobre un mar tranquilo, las islas Eolias. El Etna, Vulcano y Stromboli, tres volcanes a la vista.

 


Un hombre que paseaba por allí nos contó que además hay cerca un enorme volcán submarino, pero la vista desde aquel lado no decía nada de la violencia de los volcanes, sino que era una auténtica maravilla, con un sol radiante y el mar en calma. Así que nos subimos a unas rocas y, con esas vistas, hicimos unos bocadillos: jamón, mortadela siciliana, salami y, de postre, ricotta. Dejamos arriba las bicis y bajamos por un estrecho sendero que separa los dos mares. Al final del todo, en la punta de la península, nos sorprenden unas pozas naturales llamadas la Piscina de Venus. Encontramos la marea baja: las pozas tenían un agua transparente, y se veían debajo las piedras redondas. Paseamos, saltamos entre los riscos, y cuando comenzaba a atardecer volvimos a subir a la cumbre. Echábamos fotos sin parar, con las excepcionales vistas a las islas y volcanes y el cielo plagado de nubes. Cogimos las bicis de vuelta por la zona oeste, también paralelos al mar, hasta el centro de Milazzo, mientras oscurecía.

 

Llegamos a tiempo a la fiesta de despedida, que habían organizado en el instituto. Tomamos algo de la comida preparada por las familias. Los chicos y algunos profesores bailaban con la música que pinchaban alumnos locales. Muy pronto, el momento de la despedida: la mayoría de los equipos volaban al día siguiente a sus países. A algunos los veremos en la reunión de España, a finales de febrero, a otros en las siguientes reuniones. Para las chicas la despedida llegará un poco más tarde: planeaban salir a dar una vuelta con sus amigas por la noche, y el sábado estarán también con ellas. El domingo muy temprano saldremos para Palermo, pero aún hay cosas que ver cerca de Milazzo.

 

Blas Villalta.

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