La jornada del lunes
comienza temprano. Las chicas salieron anoche a cenar juntas, y están
todas encantadas con las familias que las han acogido. Hace frío a
las ocho de la mañana camino del instituto.
Después de las
presentaciones, nos ponemos a trabajar: el equipo italiano nos
muestra en detalle el plan semanal, y después su trabajo sobre el
tema tratado en esta reunión: la emigración en regiones
vitivinícolas. Hay cosas curiosas en estos trabajos de los chicos,
datos desconocidos que nos sorprenden, como el hecho de que las islas
Eolias vieran reducida su población a la mitad por culpa de la
filoxera en los primeros años del siglo XX.
Como complemento a la
presentación italiana, un acto emotivo: el abuelo de una de las
alumnas sicilianas nos cuenta su experiencia como emigrante en
Australia en los años 60. Es un hombre fortachón y convincente, con
pelo blanco y gafas y bigote, pero también es a través de sus
palabras el muchacho de quince años que se marchó de la isla por
necesidad y vivió unos años cerca de Sídney trabajando en una
fábrica de cuero, como fontanero y para una oficina gubernamental,
hasta que se casó y decidió que sus hijos debían criarse en
Italia. Por supuesto, no necesita traductor: habla un inglés fluido
y seguro, con una voz grave que capta la atención de alumnos y
profesores porque tiene tanto que enseñarnos.
Acto seguido, las
presentaciones de los visitantes: primero las alumnas portuguesas,
que hacen un buen trabajo hablándonos de la producción de vino en
su región. Y después los nuestros: Mari Tere, Andrea y María
presentan los cuatro vídeos que han preparado todos los alumnos
participantes en el Comenius sobre el vino y la emigración en España
y en La Mancha. Un buen trabajo, una visión completa sobre
enfermedades de la viña, crisis económicas y motivos para la
emigración en nuestra región desde el siglo XIX, y una visión
sobre la inmigración que hemos recibido en las últimas décadas.
Asistimos después a las presentaciones de los alumnos polacos y
croatas, y hacemos una pausa para comer.
En una sala del centro
degustamos comida típica siciliana: arancino, empanada vegetal,
pizza con anchoas.
Y después la primera excursión en grupo:
paseamos por la bahía y el puerto de la ciudad, con sol y
temperatura agradable, viendo a la vez el mar y las montañas
nevadas, hasta el castillo de Milazzo. Paseamos junto a la antigua
iglesia y por las estancias reconstruidas y tomamos unas fotos de la
espléndida panorámica de la bahía de la otra orilla: el castillo
por el que pasaron árabes, normandos, suevos, aragoneses y
españoles, según el letrero de la puerta, se construyó en el punto
más alto desde donde se controlan las dos playas y toda la península
de Milazzo.
Volviendo hacia el
centro, desde otro mirador junto a una iglesia de pescadores, vemos
las montañas que rodean al volcán Etna, que ahora está tapado por
las nubes de media tarde.
Ahí nos separamos: las chicas se marchan
con sus familias, hoy también cenarán todas juntas. Se entienden en
inglés o en español e italiano, y parece que hacen buenas migas con
todo el grupo de alumnos. Nosotros tomamos un caffè espresso y
volvemos al hotel para descansar mientras atardece en la playa.
Esta noche, en la cena,
concretaremos los detalles de la excursión de mañana: visitaremos
una granja en el interior de la isla, donde hacen vino y otros
productos agrícolas. Esperemos que no nos llueva y haga al menos un
día como el de hoy, pues hasta a los sicilianos les extrañaba ese
tiempo ventoso y frío que nos recibió.
Blas Villalta.
Blas Villalta.
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