Empezamos nuestro viaje olvidando el
móvil de Leticia, y a duras penas llegamos a Madrid, y tras muchas
vueltas para encontrar Decathlon e Ikea (por cortesía de Juan),
encontramos el aeropuerto. Entramos en el aeropuerto con más capas
que una cebolla, debido al exceso de peso de nuestras maletas.
Dispuestas a entrar en el avión, a Pilar y a Rosa las pararon en el
control, llevaban un queso de regalo para las familias y la máquina
lo detectó. Tras unas risas y una larga cola entramos en el avión,
donde creíamos que podíamos descansar pero no, durante todo el
viaje una amable niña llorando se dedicó a ponerle sintonía a
nuestro viaje.
Aterrizamos en tierras polacas, nos
recibió su maravilloso tiempo, en lugar de Blas, que era el que
supuestamente debería recibirnos allí. Tomamos un bus desde el
aeropuerto hasta la estación de autobuses en Cracovia, donde
finalmente apareció Blas, pero como siempre con retraso, y poniendo
excusas. Nos mostró el camino a nuestra nueva casa, ya que él
llevaba por allí varias horas, y como siempre fuimos dejando
evidencia de que somos españoles, por ejemplo a la hora de cruzar de
acera por cualquier sitio.
Llegamos al apartamento. A primera
vista no parecía lo que habíamos visto en internet, subimos las
escaleras a oscuras y abrimos la puerta... Afortunadamente, el
interior estaba exactamente igual que las fotos de la página web.
Dedicamos un tiempo a instalarnos, mientras Blas y Juan se dedicaban
a cocinar nuestra primera cena en Polonia. Cena “typical Spanish”
con ausencia de sal en la tortilla, y una gran ausencia de sabor en
el arroz con tomate.
Después salimos a dar una vuelta por
el centro de Cracovia, que nos cambió la visión que teníamos de la
gente del norte. Además de hermosas plazas y monumentos, vimos
chicos sin camiseta vomitando en un parque cercano al apartamento, de
vuelta del botellón, dialogando con la policía, y otros incluso
tirados por el suelo a la salida de los clubs. No aguantan un
traguito de vodka.
Después fuimos en busca de un río del
que nos habló Juan, pero ya era tarde y decidimos volver al
apartamento, y ahora hemos descubierto que nos quedamos a una calle
del río.
Esa noche descubrimos que las persianas
sólo existen en España, y aunque sea de noche parece que duermes a
la luz del día.
Tras una larga noche y habiendo dormido
poco, nos preparamos para un duro día en los campos de
concentración. Nos levantamos y fuimos en busca del mejor cambio
para nuestros euros, donde engañamos a Blas diciendo que Pilar
había encontrado cambio en España a 4,35, y casi se muere del
disgusto. Cogimos el bus y tras un viaje muy turbulento llegamos a
Auswitchz. Descubrimos que Blas no es la persona fuerte que aparenta
ya que casi se pone malo antes de entrar.
Visitamos los campos de exterminio de Auswitchz II-Birkenau con una sensación de amargura recordando lo que pasó allí y sintiéndonos decepcionados, al pasear entre los barracones, por el horror que el hombre es capaz de causar.
Llegaron las 3, la hora de comer. Blas
insinuó que había visto un centro comercial con un KFC cuando
entrábamos en autobús. Fuimos en su búsqueda, pero aparentemente
nos perdimos. Caminamos y caminamos y decidimos preguntar a unas
chicas polacas que había por allí, nos indicaron el camino, “diez
minutos en línea recta”, nos dijeron, esos diez minutos se
transformaron en media hora. Al fin lo encontramos, y además allí
había wifi, todo un milagro. Comimos y descansamos, y después
fuimos al Carrefour a comprar la ansiada espuma para el pelo.
Volvimos a los campos de exterminio,
dimos una pequeña vuelta por Auswitchz I y volvimos a nuestra casa
en Cracovia.
Esa noche también salimos, y nos
colamos en una boda. Después encontramos un bar italiano a buen
precio, decorado con carteles y fotos de películas italianas o sobre
la mafia, donde Blas y Juan nos contaron sus historias de juventud.
Tras dar una vuelta volvimos al
apartamento, nos comimos un yogur y estuvimos dando guerra hasta las
2 de la noche (según Blas).
Amaneció el domingo, y por la tarde
llegó la hora de encontrarnos con nuestros respectivos “hosts”.
Estábamos un poco incomunicados, cuando nos encontramos con un
español, Pedro, de Valdemoro, que hablaba polaco e inglés fluido
(afortunados nosotros), según Juan este chico tiene posibilidades
para casi todo en la vida.
Llegaron los polacos, y todas pensamos
que en realidad viviríamos en Końskie,
pero el viaje en coche se iba haciendo largo, y cada vez más largo,
y acabamos en pueblecitos pequeños alrededor de Końskie. Esa noche
conocimos a las familias, entregamos los regalos y cenamos. En la
cena, si tienes suerte te dan champagne (Pilar), si no, té (todas
las demás). Y hay que decir que los polacos están obsesionados con
el té.
El lunes por la mañana fuimos al
instituto, donde presentamos los trabajos y nos dividieron en grupos
internacionales. A media mañana nos dieron a probar comida típica
polaca, sin mucho éxito. Nos llevaron a dar una vuelta por Końskie y fuimos a comer a un restaurante, el Astoria, donde se alojaban los
profesores. Tras la comida nos enseñaron tres bailes típicos polacos.
No todo el mundo se atreve a bailar.
Esa noche nuestras “hosts” nos
llevaron de fiesta a Mateusz's village, (no recordamos el nombre del
pueblo, pero él vive allí), pero Rosa y Pilar no fueron, porque una
vivía en la Alhambra de Polonia y la otra en el San Carlos del Valle
polaco. Allí Leticia y yo nos sorprendíamos de lo que veíamos. Se trataba de una especie de casa de campo a las afueras del pueblo, una cabaña
de madera con una hoguera en el centro. Veíamos cómo realmente es la
fiesta de la gente del norte. La fiesta acaba (para unos mejor que
para otros). Es hora de volver a casa a dormir.
El martes por la mañana nos llevaron al
instituto para ir a visitar una granja apícola. Allí lo único que
nos importaba era buscar wifi y a Blas descubrir parecidos entre el "mead" y la mistela. Después nos llevaron a comer a un restaurante hecho
totalmente de madera, con asientos bastante incómodos. Nos sirvieron
una cantidad inhumana de una especie de empanadillas, una comida polaca muy típica, tantas que ni si
quiera Juan pudo con ellas.
Volvimos al instituto y allí
comenzamos un proyecto cada una en nuestro grupo, una foto-historia.
Después volvimos a las casas de las
familias. Pasamos la tarde con la familia, en el lago, en un centro
comercial, conociendo al resto de la familia... Llegada la noche tocaba dormir pronto, pero en casa de Pilar le ofrecieron Jack Daniel's en
lugar del típico vaso de leche, y ella se lo tomó igualmente, por no
hacerle el feo a la familia, claro está.
Muy temprano el miércoles fuimos desde Końskie en dirección a Cracovia, donde realizamos un “quiz“sobre
la ciudad, y después nos dejan tiempo libre, el cual ocupamos en
visitar las tiendas de “souvenirs” para encontrar el mejor precio
para comprar los regalos el sábado a la vuelta. Después fuimos rumbo
a Zakopane, una ciudad de montaña muy al sur de Polonia, cerca de la frontera con Eslovaquia. Cuando llegamos allí estábamos ansiosas por comer pero
descubrimos que no íbamos a comer sino que íbamos a cenar ¡A las 4 de
la tarde! Por la tarde nos llevaron a Zakopane, a dar una vuelta por
el pueblo y por si queríamos comprar algunos “souvenirs” nos
daban tiempo libre, pero que no era tan libre, ya que teníamos que
organizarnos en nuestros grupos y hacer las fotos para la “photo-story”. Fuimos a comprar comida para sobrevivir hasta el siguiente
día y volvimos al hotel, donde nos tenían preparada una 'fiesta' en
la discoteca del hotel. Al final acabamos un gran grupo de gente
Comenius hablando en una habitación ya que nadie había ido a la
fiesta.
El jueves nos levantamos y tomamos el
funicular que nos llevó a las montañas, cerca de una estación de esquí y con picos nevados al fondo, donde tuvimos también
tiempo libre para tomar fotos y comprar algunas cosas. De vuelta en
el hotel volvimos a cenar. Después nos dividimos en los grupos y
trabajamos en las “photo-stories”. Al acabar nos quedamos unos
cuantos jugando a un juego de adivinar los logos y marcas de cosas, y
nosotras las españolas fuimos las que más sabíamos (los de otros
países se reían porque casi todo llevaba 'iber-'; Iberdrola, Iberia...). Después podías elegir entre ir a un restaurante a comer
algo o quedarte en el hotel. Nosotras nos quedamos en el hotel
cogiendo wifi, sentadas en el suelo como unas desesperadas por
obtener contacto con el mundo fuera de Polonia, a la vez que aprovechábamos para escribir nuestras experiencias de los días pasados. Esa noche tuvimos
otra fiesta, ya que era el cumpleaños de un alemán. Cantamos 'Feliz
Cumpleaños' en todos los idiomas, les enseñamos la tradición de
tirar de las orejas, y ellos nos enseñaron que allí en Polonia dan
un latigazo en el culo por año cumplido (hay un vídeo).
El viernes por la mañana nos llevaron a ver las Minas de Sal a un pueblo cerca de Cracovia. Tuvimos que bajar a pie 364 escalones. Afortunadamente para subir había un ascensor. Allí, a más de 100 metros de profundidad, Blas no hacía más que sorprenderse, aunque hay que decir que cuando pasamos a una gran iglesia allí abajo, todos nos quedamos un poco atónitos. Aunque en realidad la sorpresa fue a la hora de comer, donde nos llevaron a un restaurante (todavía bajo tierra) que nos hizo olvidar dónde realmente estábamos, ya que además había wifi. Terminada esta visita, tocaba volver a Końskie, pero nosotras nos quedamos en Cracovia, así que tuvimos que decir adiós a nuestros nuevos amigos.
Ya en Cracovia surgieron un par de
problemas, esa noche casi nos toca dormir en la calle. La compañía de los apartamentos se equivocó con la reserva y tuvimos que compartir los pisos con el grupo de croatas, que ellos también hacían noche en la
ciudad. Ellos eran 8 en un apartamento de 6, y nosotros 6 en un
apartamento de 4, así que nos tocó a las 4 chicas dormir en el sofá
cama.
Amaneció el sábado en Cracovia, un tiempo inmejorable, sol y una buena temperatura. Desayunamos y tuvimos que movernos de apartamento. Dejamos las maletas en nuestro nuevo hogar y fuimos dando un paseo por Cracovia, por la zona del río y vimos nuevos lugares. Compramos para preparar la comida, y nos dirigimos al apartamento.
Nos organizamos para hacer la comida,
Blas se encarga de la tortilla española y Gloria de los spaghetti alla carbonara, los demás son los pinches, pelan patatas, baten los
huevos... Comimos mientras teníamos una agradable charla (ya que no
había wifi, ni televisión) y tomábamos un café. Tuvimos otra
conversación de '¿Qué pasa chavales?' con los profesores y nos
echamos unas risas.
Después nosotras nos fuimos de compras
mientras los profesores hacían turismo urbano.
Intentamos buscar los mejores precios y
ofertas, pero no funcionó y a Pilar la acabaron timando, dejándose
casi 150 szloty en llaveros. Acabamos las compras y esperamos en la
plaza al novio de la chica que acogía a Gloria, Nina, ya que él trabaja
allí y quería enseñarnos un poco la ciudad por la noche. Mientras
los profesores iban a un concierto de música clásica en una iglesia, a nosotras nos
llevó a un bar subterráneo donde había muy buen ambiente y ponían
música buena, jazz, rock... Además, con cerveza buena y barata.
Después nos reunimos todos y fuimos a cenar al restaurante italiano
de la semana pasada. Cenamos pizza, hablamos y nos despedimos de él,
volvimos al apartamento a terminar la maleta.
Tomamos un desayuno rápido el domingo,
guardamos las últimas cosas en la maleta y tomamos el autobús rumbo
al aeropuerto. Tocaba decir adiós a Cracovia.
En el aeropuerto volvimos a tener más
capas que una cebolla, pero aun así a Blas no le entraba la maleta en
el cajetín, y tuvo que abrirla y sacar más jerséis fuera y
ponérselos...
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