Monday, 17 December 2012

Noveno día


Milazzo-Palermo-Barcelona-Madrid-La Solana

El último día de viaje siempre es raro, tristón, cansado. A la ida se pueden echar las mismas horas en coche, trenes o vuelos, pero la energía y la ansiedad por conocer cosas nuevas hacen que se haga más corto y menos pesado. A la vuelta se mezclan muchos sentimientos contradictorios: las chicas echan de menos a sus familias, pero han estado el tiempo suficiente con sus nuevos amigos y familias de acogida como para tomarles cariño y sentir pena al despedirse.
El día empieza mal: a las siete de la mañana el taxista que reservamos la noche anterior no se presenta. A las siete y diez tomamos una decisión de urgencia: paramos a un vecino que cruza y le pedimos por favor que nos lleve a la estación. El hombre gentilmente nos atiende y nos lleva y, diez minutos más tarde, estamos con las chicas en la estación de trenes de Milazzo. Es la hora de los besos y abrazos, de las despedidas en inglés, en español e italiano, pues cada cual ha aprendido un poco de cada cosa. De todas formas, el tiempo que pasarán sin verse no será mucho: aparte de que a partir de ahora estarán comunicadas por las redes sociales, las chicas italianas visitarán España en la próxima reunión de febrero.



Tomamos el tren para Palermo: tres horas de trayecto paralelo al Mediterráneo, a un lado el mar y al otro las montañas, pasando por pequeños pueblos costeros un poco deteriorados. Charlamos durante el trayecto y aprovechamos todos de vez en cuando para pegar una cabezada. En Palermo apenas tenemos tiempo para salir de la estación a estirar las piernas, ver un mercado callejero y volver para tomar el tren que nos lleva al aeropuerto.



En el aeropuerto de Punta Raisi contemplamos por última vez el mar y la costa siciliana. Lo demás son viajes en avión tranquilos pero agotadores: escala en Barcelona, donde volvemos a estirar las piernas y, tras una breve escala, vuelo hacia Madrid. Un autobús y otro hasta llegar al aparcamiento donde nos espera desde hace una semana el coche. Llegamos alrededor de las doce de la noche a Membrilla, donde nos despedimos, y desde donde las chicas hacen el último trayecto a La Solana ya con sus familias.
Aquí el viaje ha terminado, mañana todos volveremos a clase, pero la experiencia siciliana que hemos compartido no se queda aquí. El proyecto continúa, y las impresiones y experiencias que unos y otras traemos de Italia empiezan ahora a ser compartidas de verdad por todos los compañeros. Arrivederci!


Blas Villalta.

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