Sunday, 9 December 2012

Madrid-Bérgamo-Palermo

Primeras reflexiones de Blas Villalta
El viaje comenzó de noche, a las cinco y media de la mañana, en Membrilla. Condujimos hacia Madrid con la carretera despejada de tráfico pero con mucha niebla, Juan, Blas y las tres chicas, Andrea, Mª Teresa y María. Tras un viaje lento pero sin contratiempos, amaneciendo llegamos al aeropuerto, donde nos unimos al sexto componente, Antonio.
El primer vuelo se desarrolló sin novedad: conversaciones largas y algunos nervios para quienes viajaban en avión por primera vez. Un autobús urbano nos llevó desde el aeropuerto al centro de Bérgamo, pasado el mediodía. Una ciudad coqueta, cubierta de nieve, al pie de montañas blancas, hasta cuyo casco antiguo, ubicado en la parte norte, ascendimos en funicular. 
Y tras tantos transportes distintos, la primera experiencia plenamente italiana: la pizza. Una panadería tradicional y familiar, Il Fornaio: pizzas de jamón, de queso de cabra, de queso curado, de setas, en un acogedor local en uno de los empedrados callejones del centro. 
Después de las pizzas, tocaba el recorrido turístico por la ciudad: visitamos alguna iglesia y subimos con paciencia y esfuerzo la serpenteante cuesta que lleva al Castello de san Vigilio. Una fortaleza venida a menos, adornada de parquecillos nevados, desde donde se divisa la ciudad entera y una panorámica extraordinaria: montes imponentes y blancos a un lado, a sus faldas pueblecillos repartiéndose a lo largo, y el valle enorme donde se abre la ciudad al otro lado, difuminado por la niebla de media tarde que da al paisaje un aspecto irreal con el sol que aún no se va.

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