Sunday 9 December 2012

Segundo día en Milazzo

 2º día: Palermo-Milazzo
Segundo día en Sicilia. De madrugada ha estado lloviendo a mares, como anoche a nuestra llegada. Nos levantamos un poco tarde: ayer tuvimos un día de viaje agotador hasta llegar a la isla. Salimos a dar una vuelta por Palermo, quinta ciudad de Italia en población, con alrededor de un millón de habitantes. Damos unas vueltas por barrios residenciales de los años 60 bajo una lluvia intermitente hasta que nos detenemos a desayunar en una cafetería donde además de servir cafés y zumos de naranja te venden botellas de vino, dulces, recuerdos y todo tipo de loterías y apuestas. Nos hemos demorado un rato por lo interesante de la conversación con las alumnas y porque la lluvia afuera no cesaba. Pasamos cerca de un jardín botánico de camino al puerto, y aprovechamos una pausa de la lluvia para recorrer lo que podríamos generosamente llamar un paseo marítimo y hacernos unas fotos de grupo con el puerto al fondo.



Palermo tiene mucho más si la lluvia te da una tregua. Nos hemos adentrado en las calles del centro histórico, hemos visitado una iglesia pequeña y antigua, de altas y delgadas columnas, junto al puerto, donde el sacerdote que por casualidad ha pasado nos dice que el antiguo monasterio aledaño se convirtió en el archivo siciliano.



Hemos continuado hacia el centro, sorteando charcos, por avenidas rectas y bien diseñadas o adentrándonos por callejones, dejando atrás decenas de iglesias de piedras tan antiguas como maltratadas que, sin embargo, conservan ese encanto tan particular entre la decadencia y el olvido. En un cruce de calles nos hemos encontrado con un pequeño monumento en cada esquina, donde distintos escudos tallados en la piedra representaban símbolos sicilianos y españoles, a la vez que rendían memoria a Felipe III, Pedro Girón o el duque de Osuna.



Avanzamos, y más iglesias, plazas, fontanas, edificios de piedra deteriorados, y más iglesias, todas cerradas al mediodía. Hemos avanzado más hacia el centro, hemos pasado junto a la galería de arte contemporáneo y, de repente, tras una esquina cualquiera y sin esperarlo, se ha presentado ante nosotros la plaza y el imponente edificio de la catedral. Hemos dejado la visita para otro día: el vigilante del museo diocesano nos informa de que a tal hora está también cerrada. En la portada, más referencias a los reyes españoles y unos modestos mandarinos y palmeras bajo la acumulación de torres, arcadas y estilos diversos y mezclados de la catedral.

Hemos pasado brevemente por el hotel para recoger las maletas, de paso hacia la estación de ferrocarril, donde comemos rápido y tenemos que sufrir el único pequeño incidente del día: retraso del tren, cambio de vía y más retraso. Por suerte, hemos cogido un habitáculo cerrado para seis personas, donde las casi tres horas de viaje por la costa nos han resultado livianas y agradables: el mar Mediterráneo agitado y gris a la izquierda, las montañas nevadas a la derecha, casi a la misma distancia, decenas de pueblecitos costeros vacíos, lluvia a ratos en la ventanilla, un atardecer tranquilo, juegos de ingenio, más conversaciones donde siempre se vuelve al tema común: la educación.



Hemos llegado a Milazzo con algo de retraso, y cansados, pero las familias están esperándonos a las puertas del tren y las rápidas presentaciones tornan en alegría las expresiones de las alumnas, las locales y las nuestras. Cada una se marcha a casa con su familia de acogida, en apariencia tranquilas: mañana tendremos sus impresiones. Nosotros tres hemos llegado al hotel Il Vicolo, hemos salido a cenar a una pizzería, hemos probado el tinto típico siciliano, nero d'avola, y la conversación ardiente se ha prolongado otro tanto por la calle, junto al puerto, contra el viento fuerte de la noche. Ahora preparamos la reunión de mañana: más presentaciones, primeras actividades de la semana, el Comenius empieza a funcionar en Milazzo.

Blas Villalta.


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