Milazzo

Madrid-Bérgamo-Palermo
El viaje comenzó de noche, a las cinco y media de la mañana, en Membrilla. Condujimos hacia Madrid con la carretera despejada de tráfico pero con mucha niebla, Juan, Blas y las tres chicas, Andrea, Mª Teresa y María. Tras un viaje lento pero sin contratiempos, amaneciendo llegamos al aeropuerto, donde nos unimos al sexto componente, Antonio.



El primer vuelo se desarrolló sin novedad: conversaciones largas y algunos nervios para quienes viajaban en avión por primera vez. Un autobús urbano nos llevó desde el aeropuerto al centro de Bérgamo, pasado el mediodía. Una ciudad coqueta, cubierta de nieve, al pie de montañas blancas, hasta cuyo casco antiguo, ubicado en la parte norte, ascendimos en funicular. 


Y tras tantos transportes distintos, la primera experiencia plenamente italiana: la pizza. Una panadería tradicional y familiar, Il Fornaio: pizzas de jamón, de queso de cabra, de queso curado, de setas, en un acogedor local en uno de los empedrados callejones del centro. Después de las pizzas, tocaba el recorrido turístico por la ciudad: visitamos alguna iglesia y subimos con paciencia y esfuerzo la serpenteante cuesta que lleva al Castello de san Vigilio. Una fortaleza venida a menos, adornada de parquecillos nevados, desde donde se divisa la ciudad entera y una panorámica extraordinaria: montes imponentes y blancos a un lado, a sus faldas pueblecillos repartiéndose a lo largo, y el valle enorme donde se abre la ciudad al otro lado, difuminado por la niebla de media tarde que da al paisaje un aspecto irreal con el sol que aún no se va.

Vuelta al aeropuerto de Bérgamo, y de allí el segundo vuelo, hacia Palermo, adonde llegamos sin más incidencias que unas fuertes turbulencias en los momentos previos al aterrizaje. Tras una negociación a la siciliana, tomamos un taxi que nos lleva en media hora a la ciudad. Allí nos recibió una tremenda tormenta, lluvia copiosa y fuerte granizo mientras atravesábamos la larga Avenida de la Libertad. Frente a la plaza central, frente a una estatua de Garibaldi, vimos cómo el temporal había causado algún accidente, pero conseguimos llegar a nuestra última etapa, el hotel Palazzo Savona, tras sortear los ríos que corrían ya junto a las aceras. Un recibimiento un tanto peculiar, que nos trajo imágenes típicas del cine neorrealista italiano, y finalmente conseguimos entrar. Aprovechamos una pausa de la lluvia para acabar el día con otro momento italiano: la pasta, en sus diferentes modalidades, spaghetti carbonara, nero di seppia, tagliatelle con ragù e riccotta, farfatelle al salmón y vino de la casa. Después de saborear un pedazo de Sicilia, nos disponemos a conocerla a fondo: tenemos una semana por delante.
 2º día: Palermo-Milazzo
Segundo día en Sicilia. De madrugada ha estado lloviendo a mares, como anoche a nuestra llegada. Nos levantamos un poco tarde: ayer tuvimos un día de viaje agotador hasta llegar a la isla. Salimos a dar una vuelta por Palermo, quinta ciudad de Italia en población, con alrededor de un millón de habitantes. Damos unas vueltas por barrios residenciales de los años 60 bajo una lluvia intermitente hasta que nos detenemos a desayunar en una cafetería donde además de servir cafés y zumos de naranja te venden botellas de vino, dulces, recuerdos y todo tipo de loterías y apuestas. Nos hemos demorado un rato por lo interesante de la conversación con las alumnas y porque la lluvia afuera no cesaba. Pasamos cerca de un jardín botánico de camino al puerto, y aprovechamos una pausa de la lluvia para recorrer lo que podríamos generosamente llamar un paseo marítimo y hacernos unas fotos de grupo con el puerto al fondo.

Palermo tiene mucho más si la lluvia te da una tregua. Nos hemos adentrado en las calles del centro histórico, hemos visitado una iglesia pequeña y antigua, de altas y delgadas columnas, junto al puerto, donde el sacerdote que por casualidad ha pasado nos dice que el antiguo monasterio aledaño se convirtió en el archivo siciliano.


Hemos continuado hacia el centro, sorteando charcos, por avenidas rectas y bien diseñadas o adentrándonos por callejones, dejando atrás decenas de iglesias de piedras tan antiguas como maltratadas que, sin embargo, conservan ese encanto tan particular entre la decadencia y el olvido. En un cruce de calles nos hemos encontrado con un pequeño monumento en cada esquina, donde distintos escudos tallados en la piedra representaban símbolos sicilianos y españoles, a la vez que rendían memoria a Felipe III, Pedro Girón o el duque de Osuna.

Avanzamos, y más iglesias, plazas, fontanas, edificios de piedra deteriorados, y más iglesias, todas cerradas al mediodía. Hemos avanzado más hacia el centro, hemos pasado junto a la galería de arte contemporáneo y, de repente, tras una esquina cualquiera y sin esperarlo, se ha presentado ante nosotros la plaza y el imponente edificio de la catedral. Hemos dejado la visita para otro día: el vigilante del museo diocesano nos informa de que a tal hora está también cerrada. En la portada, más referencias a los reyes españoles y unos modestos mandarinos y palmeras bajo la acumulación de torres, arcadas y estilos diversos y mezclados de la catedral.

Hemos pasado brevemente por el hotel para recoger las maletas, de paso hacia la estación de ferrocarril, donde comemos rápido y tenemos que sufrir el único pequeño incidente del día: retraso del tren, cambio de vía y más retraso. Por suerte, hemos cogido un habitáculo cerrado para seis personas, donde las casi tres horas de viaje por la costa nos han resultado livianas y agradables: el mar Mediterráneo agitado y gris a la izquierda, las montañas nevadas a la derecha, casi a la misma distancia, decenas de pueblecitos costeros vacíos, lluvia a ratos en la ventanilla, un atardecer tranquilo, juegos de ingenio, más conversaciones donde siempre se vuelve al tema común: la educación.


Hemos llegado a Milazzo con algo de retraso, y cansados, pero las familias están esperándonos a las puertas del tren y las rápidas presentaciones tornan en alegría las expresiones de las alumnas, las locales y las nuestras. Cada una se marcha a casa con su familia de acogida, en apariencia tranquilas: mañana tendremos sus impresiones. Nosotros tres hemos llegado al hotel Il Vicolo, hemos salido a cenar a una pizzería, hemos probado el tinto típico siciliano, nero d'avola, y la conversación ardiente se ha prolongado otro tanto por la calle, junto al puerto, contra el viento fuerte de la noche. Ahora preparamos la reunión de mañana: más presentaciones, primeras actividades de la semana, el Comenius empieza a funcionar en Milazzo.
3º día: Primer día en Milazzo
 La jornada del lunes comienza temprano. Las chicas salieron anoche a cenar juntas, y están todas encantadas con las familias que las han acogido. Hace frío a las ocho de la mañana camino del instituto. 


 Después de las presentaciones, nos ponemos a trabajar: el equipo italiano nos muestra en detalle el plan semanal, y después su trabajo sobre el tema tratado en esta reunión: la emigración en regiones vitivinícolas. Hay cosas curiosas en estos trabajos de los chicos, datos desconocidos que nos sorprenden, como el hecho de que las islas Eolias vieran reducida su población a la mitad por culpa de la filoxera en los primeros años del siglo XX.
Como complemento a la presentación italiana, un acto emotivo: el abuelo de una de las alumnas sicilianas nos cuenta su experiencia como emigrante en Australia en los años 60. Es un hombre fortachón y convincente, con pelo blanco y gafas y bigote, pero también es a través de sus palabras el muchacho de quince años que se marchó de la isla por necesidad y vivió unos años cerca de Sídney trabajando en una fábrica de cuero, como fontanero y para una oficina gubernamental, hasta que se casó y decidió que sus hijos debían criarse en Italia. Por supuesto, no necesita traductor: habla un inglés fluido y seguro, con una voz grave que capta la atención de alumnos y profesores porque tiene tanto que enseñarnos.

Acto seguido, las presentaciones de los visitantes: primero las alumnas portuguesas, que hacen un buen trabajo hablándonos de la producción de vino en su región. Y después los nuestros: Mari Tere, Andrea y María presentan los cuatro vídeos que han preparado todos los alumnos participantes en el Comenius sobre el vino y la emigración en España y en La Mancha. Un buen trabajo, una visión completa sobre enfermedades de la viña, crisis económicas y motivos para la emigración en nuestra región desde el siglo XIX, y una visión sobre la inmigración que hemos recibido en las últimas décadas. Asistimos después a las presentaciones de los alumnos polacos y croatas, y hacemos una pausa para comer.
En una sala del centro degustamos comida típica siciliana: arancino, empanada vegetal, pizza con anchoas. 

Y después la primera excursión en grupo: paseamos por la bahía y el puerto de la ciudad, con sol y temperatura agradable, viendo a la vez el mar y las montañas nevadas, hasta el castillo de Milazzo. Paseamos junto a la antigua iglesia y por las estancias reconstruidas y tomamos unas fotos de la espléndida panorámica de la bahía de la otra orilla: el castillo por el que pasaron árabes, normandos, suevos, aragoneses y españoles, según el letrero de la puerta, se construyó en el punto más alto desde donde se controlan las dos playas y toda la península de Milazzo.
 
Volviendo hacia el centro, desde otro mirador junto a una iglesia de pescadores, vemos las montañas que rodean al volcán Etna, que ahora está tapado por las nubes de media tarde. 

Ahí nos separamos: las chicas se marchan con sus familias, hoy también cenarán todas juntas. Se entienden en inglés o en español e italiano, y parece que hacen buenas migas con todo el grupo de alumnos. Nosotros tomamos un caffè espresso y volvemos al hotel para descansar mientras atardece en la playa.

Esta noche, en la cena, concretaremos los detalles de la excursión de mañana: visitaremos una granja en el interior de la isla, donde hacen vino y otros productos agrícolas. Esperemos que no nos llueva y haga al menos un día como el de hoy, pues hasta a los sicilianos les extrañaba ese tiempo ventoso y frío que nos recibió.
4º día: Visita a una granja y degustación de productos típicos
El martes tuvimos la primera excursión. Quedamos temprano en el instituto y partimos para la región de los montes Nebrodi, a casi una hora al suroeste de Milazzo. Por el camino veíamos nuevamente las islas Eolias frente a nosotros, y al otro lado el Etna. Nos adentramos por los bosques mediterráneos de Nebrodi, por carreteras cada vez más estrechas y sinuosas, hasta el destino de nuestra excursión: una granja ecológica.


Los montes Nebrodi forman un parque nacional, y dentro de su extensión hay explotaciones ganaderas que siguen los parámetros de la agricultura sostenible y la producción biológica. En la granja nos mostraron los métodos de trabajo y los distintos productos que hacen, desde el campo a la mesa: piaras de cerdos de pata negra y también vacas y ovejas. Los animales son alimentados únicamente con bellotas y productos naturales.


Subiendo hasta la hacienda, encontramos construcciones al estilo tradicional donde nos sirvieron la última fase del producto: diversos quesos, ricotta, salchichón y tocino elaborados en la propia hacienda, con explicaciones detalladas de sus ingredientes, olores y sabores. Pasamos después a ver el desecado de jamones y la elaboración del queso y la ricotta en otras de las construcciones: casas de piedras al estilo tradicional por fuera, edificios modernos por dentro.
 

Tras una tranquila caminata de vuelta por el bosque, el autobús nos llevó a un restaurante cercano donde degustamos platos elaborados a partir de productos ecológicos de la misma hacienda: setas, jamón, quesos, tocino, salchichón, filete de cerdo, vino e incluso la pasta. Vuelta a la ciudad y parada en el instituto. Asistimos a las exposiciones de los grupos restantes: turcos, griegos, lituanos y alemanes. Después nos retiramos a descansar, mañana saldremos temprano y nos espera un día también largo con la excursión al monte Etna, el mitológico volcán siciliano que, por otra parte, sigue activo.

5º día: Visita al monte Etna
El quinto día ha sido largo. Hemos salido poco después de las siete de la mañana, nos hemos reunido con las chicas y el resto del grupo en el instituto para coger el autobús que nos llevaría al monte Etna. Hora y media de carretera junto al mar, dejando a un lado Messina y enfrente, a unos pocos kilómetros, la punta de la bota, Calabria. Hemos parado un par de veces antes de llegar al Etna: desde la carretera puede verse la montaña completa, naciendo casi desde el mar, la extensión de agua y la playa y la nieve de las cumbres en una sola foto. La otra parada, después de atravesar varios pueblos en la ladera del volcán, porque tantas curvas nos hacían marearnos.

Hemos llegado a la estación del teleférico. A dos mil metros de altura toda la extensión aparecía nevada, pero la bahía y el mar seguían viéndose de forma nítida. Hemos hecho el trayecto en teleférico hasta mucho más arriba, donde la nieve era más abundante y las cumbres negras estaban sólo a un paso.


Desde ahí, sólo una parte del grupo se ha atrevido a subir a la cumbre de uno de los cráteres. Hemos subido por encima de las nubes, que poco a poco cubrían todo el paisaje, tapando la hermosa estampa de playa a un paso de la nieve. Con alguna dificultad, porque las piedras de lava son a veces escurridizas, hemos trepado hasta lo alto de la montaña: del otro lado se abría un enorme cráter de paredes negras y rojas por su composición de hierro. Cubiertas además de nieve y de extrañas formas de hielo moldeadas por el viento. Y aquí y allá, a nuestro paso, cruzábamos delante de fumarolas.

Desde arriba se divisaba el cráter y otros picos y también el monte principal, sólo un poco más alto, a tres mil metros del nivel del mar, y a sólo unos kilómetros: el Etna expulsando humo que se mezclaba con las nubes rápidas que lo atravesaban. También las piedras bajo nuestros pies estaban calientes: removiendo los pedazos de lava seca del suelo, negra o roja, podíamos calentarnos las manos.

Del Etna hemos bajado nuevamente a la línea de la costa, y de allí hemos ido, pasado el mediodía, al pequeño pueblo de Taormina. Un entramado de puentes colgantes, carreteras y túneles conducen hasta esta coqueta localidad de montaña, desde donde hemos encontrado unas vistas espectaculares al mar Tirreno al atardecer. Taormina es un pueblo turístico enclavado en la montaña, con callecitas estrechas y mucha vegetación, lleno de iglesias pequeñas y hoteles de lujo. Hemos dado unas vueltas, hemos entrado a algunas iglesias, visto muchas tiendas y disfrutado de un paseo nocturno agradable. Vuelta a Milazzo, después de un día frío por la altitud y agotador por el esfuerzo, pero completo por todo lo que hemos visto y aprendido.

Mañana nos esperan las islas Eolias. Habrá que madrugar bastante, pero veremos por fin una región que, aparte de su carga mitológica, es la que produce los vinos más interesantes de la región.

6º día: Islas Eolias
Eolo es el nombre del rosado barato que apuramos ayer. Eolo es también el dios griego de los vientos que da nombre a estas islas situadas al norte de Sicilia. Las islas Eolias forman un archipiélago de siete islas pequeñas y algunos islotes.




A las siete de la mañana estamos en el puerto para embarcar a Salina, la segunda isla en extensión. Dos horas de viaje en barco, pesado aunque con mar tranquilo, haciendo paradas en Vulcano y Lípari, y alcanzamos Santa María Salina. El tiempo está bueno, pero la mañana no es demasiado productiva y las vueltas por las carreterillas de la isla se hacen bastante pesadas. Vemos algunas iglesias y santuarios, pequeños y poco cuidados, en Santa María Salina y en las aldeas de Rinella y Malfa.



Contemplamos también paisajes preciosos desde distintos miradores: un mar en calma, altos acantilados, las islas vecinas a lo lejos, entre las que destaca la forma cónica del Stromboli. Pero las idas y venidas se hacen tediosas, y tanto las chicas como el resto del grupo se cansan del ir y venir. En Malfa visitamos el pequeño Museo de la Emigración Eoliana, donde se hace un repaso de las crisis económicas del archipiélago, especialmente la motivada por la filoxera a principios del siglo XX, que motivaron que la mitad de la población de estas islas se marchara a los Estados Unidos o Australia.



Después visitamos una pequeñita bodega donde hacen el vino típico de la isla, la malvasía. Dentro de las instalaciones, en condiciones poco cómodas, comemos comida típica del archipiélago, con muchas especias y alcaparras, y también probamos sus vinos.



Bajamos de los cerros hasta el puerto, y contemplamos el atardecer en la playa de rocas volcánicas y piedra pómez de Santa María Salina. Otras dos horas de viaje en barco hasta Sicilia, parando en las islas de paso. Al llegar a Milazzo, estamos todos reventados: las chicas vuelven con las familias y nosotros buscamos una pizzería local para cenar temprano y descansar. Mañana es el último día de actividades en el instituto, esperemos haber recuperado las fuerzas.


El viernes fue el último día de actividades en nuestra visita a Sicilia. Ya repuestos del agotador viaje del día anterior a las islas Eolias, nos levantamos a hora razonable, desayunamos y fuimos tranquilamente al instituto. Los chicos estaban trabajando en grupos mixtos en sus exposiciones sobre la semana que han compartido en Milazzo. Dedicamos varias horas a la reunión de profesores para aclarar los siguientes pasos del proyecto, concretar fechas de próximas reuniones y presentar resultados hasta la fecha. Tras un breve acto de despedida en el que intervino la directora del centro, pasamos a ver las exposiciones de los chicos, que nos ofrecieron su particular visión sobre la convivencia entre jóvenes de diversos países y culturas a lo largo de esta semana.


7º día: Piscina de Venus


Una vez acabadas las actividades en el centro, las chicas marcharon a comer a sus casas y nosotros optamos por llenar las horas centrales del día con un plan original: alquilamos unas bicicletas, con las que recorrimos la distancia entre el hotel y el final de la península de Milazzo. Saliendo de la ciudad por la costa este pedaleamos por empinadas cuestas, haciendo paradas de vez en cuando para contemplar los acantilados y pequeñas calas. Un duro pero agradable recorrido entre olivos, higueras, chumberas y algunos chalés con vistas al Mediterráneo. Una zona que da a dos mares y que está poco explotada para el turismo. Subiendo más arriba, hasta llegar al faro, tomamos un estrecho camino de cactus hasta un prado en lo alto de la colina. Allí arriba, más olivos y una vista espléndida de acantilados y playas. Milazzo a la izquierda y también el interior de Sicilia, con la multitud de montañas entre las que destaca, más alta y nevada, la cumbre del Etna. A la derecha, en forma de Y griega sobre un mar tranquilo, las islas Eolias. El Etna, Vulcano y Stromboli, tres volcanes a la vista.

Un hombre que paseaba por allí nos contó que además hay cerca un enorme volcán submarino, pero la vista desde aquel lado no decía nada de la violencia de los volcanes, sino que era una auténtica maravilla, con un sol radiante y el mar en calma. Así que nos subimos a unas rocas y, con esas vistas, hicimos unos bocadillos: jamón, mortadela siciliana, salami y, de postre, ricotta. Dejamos arriba las bicis y bajamos por un estrecho sendero que separa los dos mares. Al final del todo, en la punta de la península, nos sorprenden unas pozas naturales llamadas la Piscina de Venus. Encontramos la marea baja: las pozas tenían un agua transparente, y se veían debajo las piedras redondas. Paseamos, saltamos entre los riscos, y cuando comenzaba a atardecer volvimos a subir a la cumbre. Echábamos fotos sin parar, con las excepcionales vistas a las islas y volcanes y el cielo plagado de nubes. Cogimos las bicis de vuelta por la zona oeste, también paralelos al mar, hasta el centro de Milazzo, mientras oscurecía.


Llegamos a tiempo a la fiesta de despedida, que habían organizado en el instituto. Tomamos algo de la comida preparada por las familias. Los chicos y algunos profesores bailaban con la música que pinchaban alumnos locales. Muy pronto, el momento de la despedida: la mayoría de los equipos volaban al día siguiente a sus países. A algunos los veremos en la reunión de España, a finales de febrero, a otros en las siguientes reuniones. Para las chicas la despedida llegará un poco más tarde: planeaban salir a dar una vuelta con sus amigas por la noche, y el sábado estarán también con ellas. El domingo muy temprano saldremos para Palermo, pero aún hay cosas que ver cerca de Milazzo.
8º día: Messina
Se va acercando el final del viaje. Hoy sábado, acabadas las actividades, hemos tenido día libre. Las chicas han estado con familias, de excursión o visitando amigos. Ha sido un día tranquilo también para nosotros. Por la mañana hemos cogido las bicicletas para ir a buscar la estación de trenes y comprar los billetes para mañana. A la vuelta, hemos decidido visitar la capital de la provincia, Messina. Una ciudad mediana, con anchas avenidas y muchas cuestas, cuyo principal atractivo es la catedral, muy cercana al puerto. Largas hileras de columnas, espacio diáfano en la parte central, y un aire florentino por dentro y por fuera, con campanile incluido.


Hemos dado unas vueltas por la ciudad, subido y bajado por las calles buscando iglesias y monumentos, y después de anochecido hemos vuelto a Milazzo. Quedamos con las chicas para mañana a las siete de la mañana en la estación: a las siete y media saldrá el tren a Palermo, donde pasaremos el resto de la mañana antes de coger el vuelo rumbo otra vez a España.



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