Sunday 22 September 2013

La experiencia Comenius en Polonia desde el punto de vista de las alumnas

Empezamos nuestro viaje olvidando el móvil de Leticia, y a duras penas llegamos a Madrid, y tras muchas vueltas para encontrar Decathlon e Ikea (por cortesía de Juan), encontramos el aeropuerto. Entramos en el aeropuerto con más capas que una cebolla, debido al exceso de peso de nuestras maletas. Dispuestas a entrar en el avión, a Pilar y a Rosa las pararon en el control, llevaban un queso de regalo para las familias y la máquina lo detectó. Tras unas risas y una larga cola entramos en el avión, donde creíamos que podíamos descansar pero no, durante todo el viaje una amable niña llorando se dedicó a ponerle sintonía a nuestro viaje.
Aterrizamos en tierras polacas, nos recibió su maravilloso tiempo, en lugar de Blas, que era el que supuestamente debería recibirnos allí. Tomamos un bus desde el aeropuerto hasta la estación de autobuses en Cracovia, donde finalmente apareció Blas, pero como siempre con retraso, y poniendo excusas. Nos mostró el camino a nuestra nueva casa, ya que él llevaba por allí varias horas, y como siempre fuimos dejando evidencia de que somos españoles, por ejemplo a la hora de cruzar de acera por cualquier sitio.
Llegamos al apartamento. A primera vista no parecía lo que habíamos visto en internet, subimos las escaleras a oscuras y abrimos la puerta... Afortunadamente, el interior estaba exactamente igual que las fotos de la página web. Dedicamos un tiempo a instalarnos, mientras Blas y Juan se dedicaban a cocinar nuestra primera cena en Polonia. Cena “typical Spanish” con ausencia de sal en la tortilla, y una gran ausencia de sabor en el arroz con tomate.
Después salimos a dar una vuelta por el centro de Cracovia, que nos cambió la visión que teníamos de la gente del norte. Además de hermosas plazas y monumentos, vimos chicos sin camiseta vomitando en un parque cercano al apartamento, de vuelta del botellón, dialogando con la policía, y otros incluso tirados por el suelo a la salida de los clubs. No aguantan un traguito de vodka.
Después fuimos en busca de un río del que nos habló Juan, pero ya era tarde y decidimos volver al apartamento, y ahora hemos descubierto que nos quedamos a una calle del río.
Esa noche descubrimos que las persianas sólo existen en España, y aunque sea de noche parece que duermes a la luz del día.
Tras una larga noche y habiendo dormido poco, nos preparamos para un duro día en los campos de concentración. Nos levantamos y fuimos en busca del mejor cambio para nuestros euros, donde engañamos a Blas diciendo que Pilar había encontrado cambio en España a 4,35, y casi se muere del disgusto. Cogimos el bus y tras un viaje muy turbulento llegamos a Auswitchz. Descubrimos que Blas no es la persona fuerte que aparenta ya que casi se pone malo antes de entrar.


Visitamos los campos de exterminio de Auswitchz II-Birkenau con una sensación de amargura recordando lo que pasó allí y sintiéndonos decepcionados, al pasear entre los barracones, por el horror que el hombre es capaz de causar.
Llegaron las 3, la hora de comer. Blas insinuó que había visto un centro comercial con un KFC cuando entrábamos en autobús. Fuimos en su búsqueda, pero aparentemente nos perdimos. Caminamos y caminamos y decidimos preguntar a unas chicas polacas que había por allí, nos indicaron el camino, “diez minutos en línea recta”, nos dijeron, esos diez minutos se transformaron en media hora. Al fin lo encontramos, y además allí había wifi, todo un milagro. Comimos y descansamos, y después fuimos al Carrefour a comprar la ansiada espuma para el pelo.
Volvimos a los campos de exterminio, dimos una pequeña vuelta por Auswitchz I y volvimos a nuestra casa en Cracovia.
Esa noche también salimos, y nos colamos en una boda. Después encontramos un bar italiano a buen precio, decorado con carteles y fotos de películas italianas o sobre la mafia, donde Blas y Juan nos contaron sus historias de juventud.
Tras dar una vuelta volvimos al apartamento, nos comimos un yogur y estuvimos dando guerra hasta las 2 de la noche (según Blas).
Amaneció el domingo, y por la tarde llegó la hora de encontrarnos con nuestros respectivos “hosts”. Estábamos un poco incomunicados, cuando nos encontramos con un español, Pedro, de Valdemoro, que hablaba polaco e inglés fluido (afortunados nosotros), según Juan este chico tiene posibilidades para casi todo en la vida.
Llegaron los polacos, y todas pensamos que en realidad viviríamos en Końskie, pero el viaje en coche se iba haciendo largo, y cada vez más largo, y acabamos en pueblecitos pequeños alrededor de Końskie. Esa noche conocimos a las familias, entregamos los regalos y cenamos. En la cena, si tienes suerte te dan champagne (Pilar), si no, té (todas las demás). Y hay que decir que los polacos están obsesionados con el té.
El lunes por la mañana fuimos al instituto, donde presentamos los trabajos y nos dividieron en grupos internacionales. A media mañana nos dieron a probar comida típica polaca, sin mucho éxito. Nos llevaron a dar una vuelta por Końskie y fuimos a comer a un restaurante, el Astoria, donde se alojaban los profesores. Tras la comida nos enseñaron tres bailes típicos polacos. No todo el mundo se atreve a bailar.
Esa noche nuestras “hosts” nos llevaron de fiesta a Mateusz's village, (no recordamos el nombre del pueblo, pero él vive allí), pero Rosa y Pilar no fueron, porque una vivía en la Alhambra de Polonia y la otra en el San Carlos del Valle polaco. Allí Leticia y yo nos sorprendíamos de lo que veíamos. Se trataba de una especie de casa de campo a las afueras del pueblo, una cabaña de madera con una hoguera en el centro. Veíamos cómo realmente es la fiesta de la gente del norte. La fiesta acaba (para unos mejor que para otros). Es hora de volver a casa a dormir.
El martes por la mañana nos llevaron al instituto para ir a visitar una granja apícola. Allí lo único que nos importaba era buscar wifi y a Blas descubrir parecidos entre el "mead" y la mistela. Después nos llevaron a comer a un restaurante hecho totalmente de madera, con asientos bastante incómodos. Nos sirvieron una cantidad inhumana de una especie de empanadillas, una comida polaca muy típica, tantas que ni si quiera Juan pudo con ellas.
Volvimos al instituto y allí comenzamos un proyecto cada una en nuestro grupo, una foto-historia.
Después volvimos a las casas de las familias. Pasamos la tarde con la familia, en el lago, en un centro comercial, conociendo al resto de la familia... Llegada la noche tocaba dormir pronto, pero en casa de Pilar le ofrecieron Jack Daniel's en lugar del típico vaso de leche, y ella se lo tomó igualmente, por no hacerle el feo a la familia, claro está.
Muy temprano el miércoles fuimos desde Końskie en  dirección a Cracovia, donde realizamos un “quiz“sobre la ciudad, y después nos dejan tiempo libre, el cual ocupamos en visitar las tiendas de “souvenirs” para encontrar el mejor precio para comprar los regalos el sábado a la vuelta. Después fuimos rumbo a Zakopane, una ciudad de montaña muy al sur de Polonia, cerca de la frontera con Eslovaquia. Cuando llegamos allí estábamos ansiosas por comer pero descubrimos que no íbamos a comer sino que íbamos a cenar ¡A las 4 de la tarde! Por la tarde nos llevaron a Zakopane, a dar una vuelta por el pueblo y por si queríamos comprar algunos “souvenirs” nos daban tiempo libre, pero que no era tan libre, ya que teníamos que organizarnos en nuestros grupos y hacer las fotos para la “photo-story”. Fuimos a comprar comida para sobrevivir hasta el siguiente día y volvimos al hotel, donde nos tenían preparada una 'fiesta' en la discoteca del hotel. Al final acabamos un gran grupo de gente Comenius hablando en una habitación ya que nadie había ido a la fiesta.
El jueves nos levantamos y tomamos el funicular que nos llevó a las montañas, cerca de una estación de esquí y con picos nevados al fondo, donde tuvimos también tiempo libre para tomar fotos y comprar algunas cosas. De vuelta en el hotel volvimos a cenar. Después nos dividimos en los grupos y trabajamos en las “photo-stories”. Al acabar nos quedamos unos cuantos jugando a un juego de adivinar los logos y marcas de cosas, y nosotras las españolas fuimos las que más sabíamos (los de otros países se reían porque casi todo llevaba 'iber-'; Iberdrola, Iberia...). Después podías elegir entre ir a un restaurante a comer algo o quedarte en el hotel. Nosotras nos quedamos en el hotel cogiendo wifi, sentadas en el suelo como unas desesperadas por obtener contacto con el mundo fuera de Polonia, a la vez que aprovechábamos para escribir nuestras experiencias de los días pasados. Esa noche tuvimos otra fiesta, ya que era el cumpleaños de un alemán. Cantamos 'Feliz Cumpleaños' en todos los idiomas, les enseñamos la tradición de tirar de las orejas, y ellos nos enseñaron que allí en Polonia dan un latigazo en el culo por año cumplido (hay un vídeo).



El viernes por la mañana nos llevaron a ver las Minas de Sal a un pueblo cerca de Cracovia. Tuvimos que bajar a pie 364 escalones. Afortunadamente para subir había un ascensor. Allí, a más de 100 metros de profundidad, Blas no hacía más que sorprenderse, aunque hay que decir que cuando pasamos a una gran iglesia allí abajo, todos nos quedamos un poco atónitos. Aunque en realidad la sorpresa fue a la hora de comer, donde nos llevaron a un restaurante (todavía bajo tierra) que nos hizo olvidar dónde realmente estábamos, ya que además había wifi. Terminada esta visita, tocaba volver a Końskie, pero nosotras nos quedamos en Cracovia, así que tuvimos que decir adiós a nuestros nuevos amigos.
Ya en Cracovia surgieron un par de problemas, esa noche casi nos toca dormir en la calle. La compañía de los apartamentos se equivocó con la reserva y tuvimos que compartir los pisos con el grupo de croatas, que ellos también hacían noche en la ciudad. Ellos eran 8 en un apartamento de 6, y nosotros 6 en un apartamento de 4, así que nos tocó a las 4 chicas dormir en el sofá cama.

 

Amaneció el sábado en Cracovia, un tiempo inmejorable, sol y una buena temperatura. Desayunamos y tuvimos que movernos de apartamento. Dejamos las maletas en nuestro nuevo hogar y fuimos dando un paseo por Cracovia, por la zona del río y vimos nuevos lugares. Compramos para preparar la comida, y nos dirigimos al apartamento.
Nos organizamos para hacer la comida, Blas se encarga de la tortilla española y Gloria de los spaghetti alla carbonara, los demás son los pinches, pelan patatas, baten los huevos... Comimos mientras teníamos una agradable charla (ya que no había wifi, ni televisión) y tomábamos un café. Tuvimos otra conversación de '¿Qué pasa chavales?' con los profesores y nos echamos unas risas.
Después nosotras nos fuimos de compras mientras los profesores hacían turismo urbano.
Intentamos buscar los mejores precios y ofertas, pero no funcionó y a Pilar la acabaron timando, dejándose casi 150 szloty en llaveros. Acabamos las compras y esperamos en la plaza al novio de la chica que acogía a Gloria, Nina, ya que él trabaja allí y quería enseñarnos un poco la ciudad por la noche. Mientras los profesores iban a un concierto de música clásica en una iglesia, a nosotras nos llevó a un bar subterráneo donde había muy buen ambiente y ponían música buena, jazz, rock... Además, con cerveza buena y barata. Después nos reunimos todos y fuimos a cenar al restaurante italiano de la semana pasada. Cenamos pizza, hablamos y nos despedimos de él, volvimos al apartamento a terminar la maleta.
Tomamos un desayuno rápido el domingo, guardamos las últimas cosas en la maleta y tomamos el autobús rumbo al aeropuerto. Tocaba decir adiós a Cracovia.
En el aeropuerto volvimos a tener más capas que una cebolla, pero aun así a Blas no le entraba la maleta en el cajetín, y tuvo que abrirla y sacar más jerséis fuera y ponérselos...
Poco a poco, llegó la hora de subir al avión. ¡Qué poco dura lo bueno!.

 

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