Tuesday 23 April 2013

Kos-Yatagan

22 de Abril, Kos, Hellas
Estoy en la cama tan a gustico y empiezo a oír a los muchachos en la habitación de al lado... ¿Las seis? Bueno, aún falta un poco. Al cabo de un rato alguien necesita una tirita, en unos momentos están llamando a la habitación -¿Pero cómo madrugáis tanto? -¿Madrugar? Si ya es la hora.
-Ah, vale, no cambié la hora en el tablet, así que nos despertamos (despiertan) justo a la hora que habíamos quedado. Asearse, dejar las maletas listas, buscar las llaves de la bici y bajar es todo uno y como ya sabíamos qué dirección tomaríamos esta mañana estamos en seguida en marcha. Los pescadores ofrecen sus capturas en pequeños puestos donde ya hablan de la jornada con otros compañeros, algunos extranjeros adujan los cabos y preparan su barco para la maniobra pues parten a otro lugar, la ciudad ya está despierta y numerosos turistas pasean ya andando, ya en bicicleta. 
Camino llano y carril bici bien señalizado, en unos diez minutos salimos de la ciudad, que bien pudiera recordar a algún pueblo turístico de nuestro país. El mar frente a nosotros, hace que nos detengamos y hagamos algunas fotos, el viento sopla del norte pero no molesta, se suma al suave siseo de las pequeñas olas que rompen en la orilla. A la derecha una torre de socorrista, a la izquierda dos búnqueres de hormigón, pensados para la defensa militar en la segunda guerra mundial pero que han sucumbido al embate de las olas y ahora se inclinan hacia el mar como pidiendo disculpas por romper la línea de arena que remueve el agua.
Seguimos el camino a lo largo de la costa, a menudo una línea de tarays nos protege del viento, pero las más de las veces sentimos el viento directamente.
 
Más adelante el camino gira hacia el interior para girar de nuevo, y aunque seguimos la dirección de la costa tenemos tierra a ambos lados, atravesamos numerosos campos de cultivo, cabras y vacas, incluso nos llaman la atención algunos burros tan cerca del mar.
 
Ya vemos Tigaki, en 4 kilómetros podremos desayunar.
Tigaki no es grande, apenas una calle y no demasiada gente, eso sí, los pocos que encontramos están preparnado todo para cuando llegue el verano.
El primer bar que vemos es donde desayunamos, casualmente es el único que vemos abierto, así que una vez aparcadas las bicis, entramos.
Unos zumos de naranja y cafés con leche son en principio nuestro magro desayuno, menos mal que casi al instante corregimos y completamos con unos sándwiches y pan de pita con gyros y salsa tzatziki.
El dueño del bar es un señor que había sentado a la puerta, fumando un cigarro, tras haber pedido el desayuno hablamos con él y descubrimos con sorpresa que habla español, pues con 17 años viajó a Méjico donde estuvo trabajando como cocinero, allí tiene casa, un restaurante y su familia, en Kos otro par de restaurantes y a sus hermanos, tras una muy agradable conversación andamos un poco por el pueblo, poco que ver así que volvemos, recordando que, según nos dijeron había una salina en la que se podían ver flamencos, a la que nos dirigimos tras preguntar en el mismo bar donde desayunamos hace un rato.
A lo lejos en la salina podemos ver los flamencos que están bastante lejos, cerca del mar una excavadora está trabajando en el drenado del canal que permite que el agua marina entre en la laguna para extraer la sal. 
 
Foto y damos la vuelta.
Durante el regreso el viento sigue soplando pero ahora nos da por el otro lado, de costado, ha habido suerte de tenerlo perpendicularmente, si no el regreso podría haber sido bastante costoso.
 
Llegamos de nuevo a Kos después de casi cuatro horas.
Devolvemos las bicicletas y nos duchamos para ir a visitar la ciudad de Kos, tenemos tiempo pero no podemos dormirnos si no queremos perder el barco de nuevo. El paseo es muy agradable y está todo cerca, nos dirigimos a ver el plátano bajo el cual, según la tradición, Hipócrates impartía sus clases de medicina, 
 
muy cerca podemos ver los restos de la antigua ágora griega, 
 
un moderno edificio de gobierno se suma al conjunto además de la mezquita otomana con su fuente. Algo más allá se encuentra una fortaleza medieval pero hoy lunes se encuentra cerrada y no podemos visitar su interior. Dos cañones en la puerta despiertan la curiosidad de David que al punto es satisfecha por Alejandro.
Comemos en un restaurante llamado Sócrates, donde degustamos la afamada Mousaka, un plato realmente sabroso, tras sufrir el ataque de un niño que nos lanza insistentemente bolitas de papel ante la inútil reprimenda de su guapa y tatuada mamá, la casa nos obsequia con unos cafés, los pedimos expreso pues no queremos arriesgar y un par de Ouzos, similar al ya conocido por nosotros Raki turco y muy parecido al anís nuestro, finalmente, en un último arrebato como para no dejar pasar una oportunidad única, Blas se atreve a pedir un café griego... Bueno, sabíamos a qué nos arriesgábamo; nos es servido sin cuchara, para evitar la remoción o agitado de los posos que, a modo de sedimento van cayendo al fondo de la taza.
Volvemos al hotel, cogemos el equipaje y vamos hacia el embarcadero, si hemos de descansar que sea allí, cerquita del barco para evitar sustos.
Subimos al barco sin novedad y dejamos Grecia para cruzar el mar hacia Turquía
 
 y llegar por fin a nuestro destino.
 
Una vez en el puerto pagamos el visado para entrar al país y preguntamos por la estación de autobuses, a la que nos dirigimos para informarnos, andamos unos 300 metros y llegamos, volvemos a preguntar por autobuses para Yatagán y nos indican, el autobús está con el motor en marcha, sale enseguida, cogen nuestro equipaje y nos ruegan encarecidamente que subamos al autobús sin importar que no tengamos ticket ni hayamos pagado nada, "No problem" dicen unos y otros. ¡Hala! arriba, viajamos nosotros cinco y otros tres pasajeros, y enseguida nos ponemos a hablar, el pasaje es parecido al de la costa levantina, en cuanto a vegetación y relieve. Enseguida nos damos cuenta de que no son tres pasajeros, son dos, el tercero es un auxiliar de viaje y nos ofrece colonia para lavarnos las manos, luego agua para beber, incluso un café. Nos detenemos en alguna ocasión y sube algún pasajero más, en una hora llegamos a Yatagán donde vemos a Ozgur esperándonos con sus alumnos. Hemos llegado.
Cuando regresamos de pagar los billetes los alumnos ya se han ido y Ozgur nos conduce al Hotel. Allí cogemos la habitación y al rato salimos con los demás compañeros con los cuales charlamos un rato sobre los avatares acaecidos para llegar hasta Turquía, el programa y la hora a la que nos reuniremos mañana, bastante temprano para ir de excursión a Éfeso.
Pero eso, lo contaremos cuando lo hayamos visto, amigos. Hasta entonces.

Alejandro Mediano.

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